miércoles, 22 de enero de 2014

Una última cosa

(Conversación real en el hospital de Hellín)


Hoy he ido al dermatólogo. Voy cada tres meses para controlar el tratamiento de la psoriasis. Hay cosas que siempre estarán conmigo. La consulta se encuentra justo al lado de ginecología y los pacientes nos sentamos en el mismo banco. Algunas mujeres no lo saben y hasta que no se dan cuenta, me miran como si fuera un extraterrestre. La gente que llega trae consigo el frío y las prisas de la calle, pero al poco de sentarse ya parece que estuvieran siglos esperando. Se diría que nos convertimos en parte del decorado, en plantas de plástico cubiertas de polvo. Hablamos poco, si acaso del tiempo o alguien dice: «Hay que ver lo mal que está todo.» Cuando se abre la puerta de la consulta, estiramos el cuello como pajaritos en busca de alimento, pero siempre es a otro al que llaman. Yo miro el móvil o a los pies de las que tengo delante, no sé qué decir. Ya sabes, es una idea que no me quito de la cabeza, ya sabes, es incómodo: son mujeres que me las encontraría en misa, si fuera…
Pero hoy habían dos chicas jóvenes. Ya estaban allí cuando yo he llegado; al rato he deducido que era la primera vez que iban al ginecólogo, solo una, la otra iba de comparsa.
—Mierda, se me ha olvidado coger las llaves —ha dicho una.
—Que te abra él —ha dicho la otra.
—Últimamente se me olvidan mucho las cosas.
—Sí, el sábado se te olvidó que tenías novio.
—Fue el alcohol.
—Sí, tía, el alcohol.
—Es que es muy soso.
—Ya.
—Es tan soso que no vale ni para el cigarro.
—¿Y qué vas a hacer?
—Cómo que qué voy a hacer, pues nada.
La que estaba a mi lado ha cambiado de postura y la amnésica ha seguido hablando.
—Es que no sabe besar ¿sabes? Eso de calentar no se le da muy bien.
—Claro.
—Luego tiene aguante y eso, pero no sabe besar. Así como algunos te llenan de babas y una se queda… pero no sabe besar.
—¿Y el del sábado?
—Ni me acuerdo, tía, lo tengo que llamar. Oye, no te dará vergüenza…
—No, no, pero...
Entonces se ha abierto la puerta de ginecología y han llamado a la amnésica. La otra también se ha levantado y la ha seguido, pero antes de entrar y en voz alta le ha dicho.
—Eh, tía, cuando te metan eso, ¿te cojo la mano?

domingo, 5 de enero de 2014

Frío y Lejos


Aquí los japoneses cuando se enfadan gritan e insultan en japonés, y los rusos en ruso; yo tengo que ser educado y respetuoso todo el tiempo, es lo que más claustrofóbico me resulta. ¿Llevaste a Pingo al veterinario? Seguro que el señor Duham podrá darle las pastillas. Te echo tanto de menos, cielo. Estoy deseando volver a abrazarte. Aquí todo es frío y lejos. Cariño mío, dulce amor, te echo tanto de menos. Me acuerdo de ti y de tu profesor de yoga cada uno de los 16 atardeceres que tiene el día. 

 Robert Phill 
 Desde la Estación Espacial Internacional